Hervey Cleckley define a los psicópatas como sujetos insensibles, asociales, encantadores, a veces impulsivos y/o violentos, siendo estos los más peligrosos de los criminales, los más depredadores de los políticos y los negociadores con menos escrúpulos.

Es importante que quede claro que la psicopatía no se puede curar. No es un trastorno mental como muchas personas creen, es un trastorno de la personalidad.

Los psicópatas controlan totalmente la realidad y utilizan la manipulación y las mentiras para conseguir sus objetivos. Son personas racionales y lógicas que saben en todo momento lo que hacen y dejan de hacer, además de ser totalmente capaces de distinguir entre el bien y el mal. Son seres fríos, que no procesan las emociones; cuando las manifiestan es porque las han observado y aprendido para poder imitarlas, pero les es totalmente imposible vincularse de verdad con otras personas, lo que implica su absoluta incapacidad para sentir remordimientos por sus acciones.

No todos los psicópatas son asesinos (al igual que no todos los asesinos son psicópatas).

La diferencia esencial entre un psicópata criminal y uno integrado, reside exclusivamente en las conductas que llevan a cabo, ya que ambos comparten la misma estructura emocional y de personalidad. Los rasgos que tienen en común son la falta de empatía, la incapacidad para establecer relaciones afectivas con los demás y la ausencia total de remordimientos y sentimientos de culpabilidad. Además presentan una personalidad narcisista, con un exagerado sentido del «yo» que necesita ser alimentado a través de la admiración de los demás.

La mayoría de los psicópatas con los que nos relacionamos están integrados en la sociedad y se contentan con hacer miserable y desgraciada la vida de los demás, explotando, engañando y manipulando a las personas que tienen a su alrededor para obtener algún beneficio. No necesitan utilizar la violencia explicita contra los demás, ya que devoran psicológica y emocionalmente a sus «víctimas». Tienen una capacidad especial para detectar en los demás carencias, necesidades y debilidades, dejando una larga lista de corazones rotos, expectativas truncadas, vidas arruinadas y cuentas corrientes vacías.

Uno de los elementos más destacados de los psicópatas integrados es su habilidad a la hora de usar el lenguaje. El lenguaje es su mejor arma para engañar, manipular y confundir a los demás. Su objetivo es predisponer a su «presa» a creer todo lo que dicen. Tienen el don de saber qué decir en cada momento, a pesar de su incapacidad emocional. Suelen halagar al interlocutor para ponerlo a su favor desde el principio. Suelen ser encantadores, usando palabras bonitas y con gran carga emocional para llamar más la atención. Casi todo lo que explican está tergiversado o inventado. Tienen un lenguaje vacío emocionalmente, pueden decir «lo siento» o «te quiero» pero solo lo usan para manipular y conseguir lo que desean.

Eso sí, su punto débil es el lenguaje no verbal. Hay una incongruencia entre lo que dicen y como se muestran corporalmente, sobre todo en su expresión facial.

Para terminar y como dato curioso, en las profesiones que requieren una mayor conexión humana o tratar con los sentimientos y emociones de las personas (enfermeras/os, profesoras/es, terapeutas, etc.) hay menos psicópatas que en profesiones que implican poder, prestigio, liderazgo y una habilidad especial para tomar decisiones racionales alejadas de los sentimientos (políticos, empresarios, brókeres, abogados, médicos, etc.).

Los psicópatas están ahí, en todas partes, camuflados entre nosotros, formando parte de la sociedad en la que vivimos y, por lo tanto, interactuamos con ellos a diario.

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS:

Paz Velasco de la Fuente (2018). Criminal-mente. La criminología como ciencia. Editorial Ariel.

Paz Velasco de la Fuente (2017). Sociopatía vs psicopatía: personalidades antisociales diferentes. TEMA’S Revista Digital de Criminología y Seguridad (número 44), Pág. 98-106 ISSN 2314-1166

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